¿Hemos terminado de escribir los libros de historia de la cadena de suministro?
Viernes, 8 de julio de 2022
Vivimos en una época de hipérbole, donde cada semana nos vemos obligados a hablar de eventos históricos y sin precedentes en el mundo, que van desde la crisis sanitaria en curso hasta varios indicadores económicos y conflictos sociopolíticos.
Estos factores han contribuido directamente a una cadena de suministro global extremadamente dañada, que ha resultado en precios récord de combustible y materias primas, escasez de materiales y paradas en plantas. Los eventos actuales han expuesto lo frágil que es realmente nuestra cadena de suministro global y el riesgo extremo al que nos hemos expuesto en nombre de la globalización.
Justo cuando nosotros, como consumidores y propietarios de negocios, comenzábamos a ver alivio en el horizonte en forma de disponibilidad de materiales y reducción de costos — especialmente en la industria del acero, que meses antes había roto el previamente inimaginable precio de $2,000 por tonelada de bobina laminada en caliente — las fuerzas rusas iniciaron una campaña militar en Ucrania, que echó por tierra todo el progreso hecho hasta ese momento. ¿Qué fue exactamente lo que ocurrió para asustar a la cadena de suministro industrial global?
Como todos aprendimos durante nuestros 15 minutos de erudición en conflictos geopolíticos y sus consecuencias (incluyéndome a mí), Rusia es líder mundial en exportación de gas, suministrando a Europa el 40 % de sus importaciones, además de ser un gran contribuidor a Asia y África. Rusia y Ucrania también se encuentran entre los líderes en la fabricación y comercialización de muchas materias primas metalúrgicas, como hierro de fundición, carbón coquizable y níquel (una materia prima clave para la fabricación de acero inoxidable y latón).
Los precios se dispararon, el comercio fue restringido en muchas plataformas y un miedo generalizado a la escasez dominó la narrativa mientras la inflación se convertía en el tema número 1 en las noticias. Aunque estas tensiones en los negocios y el consumidor han sido justificadamente el foco de los efectos no humanitarios del conflicto, una cosa que no ha recibido tantos titulares es la fragilidad de nuestra cadena de suministro global.
Así como vimos una expansión tan rápida en los últimos 30 años en la globalización de grandes cadenas de suministro corporativas, muchos ya han comenzado el proceso de relocalización y modificación tecnológica para no solo volverse más autosuficientes o regionales, sino también para mantener el ritmo de las crecientes regulaciones gubernamentales. Los fabricantes de acero en los últimos años han comenzado a migrar de los altos hornos tradicionales a hornos de arco eléctrico, donde la materia prima principal es chatarra que, en su mayoría, se obtiene localmente. Con este cambio, ya no tienen que obtener ciertos minerales y hierro de fundición que, en gran parte, han fluctuado en precio y disponibilidad dependiendo de los costos de transporte, los tiempos de entrega, la actividad industrial y la buena voluntad política hacia el proveedor extranjero.
También la política pública está desempeñando un papel en esta transición de cadenas de suministro globales grandes y complejas a otras más locales o regionales. Han quedado atrás los días de encontrar vacíos legales en el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que permitían que la transformación fuera suficiente para modificar el origen de materiales asiáticos o extrarregionales en productos norteamericanos.
El Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá introdujo nuevas disposiciones para controlar los productos de acero, exigiendo que sean “fundidos y vaciados” en Norteamérica, independientemente de que se transformen o no. El gobierno ha ido un paso más allá con la Ley de Inversión en Infraestructura y Empleos, que requiere que el acero utilizado sea “fundido y vaciado” dentro de los Estados Unidos. Quienes busquen fondos públicos para proyectos de infraestructura tendrán una carga considerable con la documentación de cumplimiento para cumplir estos requisitos. En otras áreas de la tensionada cadena de suministro, el Congreso está trabajando para proporcionar subsidios a empresas estadounidenses que busquen fabricar chips dentro del país para ayudar a la industria automotriz, que ha sufrido golpes y está constantemente reescribiendo proyecciones conforme avanza el año.
Otra forma en que podemos proyectar que la política pública impulsará la relocalización y el cumplimiento comercial sin recurrir a los aranceles que tradicionalmente dañan al consumidor son los requisitos competitivos de fabricación que actúan como un cuasi-proteccionismo oculto tras políticas sociales y medioambientales. Los impuestos al carbono son vistos principalmente como el futuro de los requisitos del comercio internacional, que obligarán a las empresas que miran hacia el mercado estadounidense a invertir fuertemente en sus procesos o enfrentar fuertes sanciones por incumplimiento. La efectividad de esta iniciativa está por verse, pero ha generado una considerable inversión entre los sectores industriales dentro de los EE. UU. y sus socios internacionales, como México, en preparación.
Estas políticas también están impactando el negocio nacional, ya que la conversación se ha centrado en alejarse de los combustibles fósiles hacia un futuro eléctrico no factible. La política ya ha impactado a la energía al desincentivar la inversión en exploración y desarrollo de petróleo y gas. Estas no son industrias que se puedan aumentar fácilmente y no deben verse como una opción para aliviar costos en la cadena de suministro a menos que la conversación sea mantenerlas como una solución a largo plazo. Los costos de transporte seguirán siendo altos en el futuro previsible.
Estas crisis han puesto nuevamente en primer plano muchas políticas proteccionistas que se instalaron durante la administración del presidente Donald Trump, de las cuales hemos visto un retroceso significativo en los últimos años (como la eliminación de los aranceles de la Sección 232 sobre el acero para ciertos países). ¿Dónde deja esto a la manufactura, el negocio de las materias primas y al consumidor en el futuro? En resumen, en una situación precaria. La incapacidad de la cadena global de suministro para trabajar cohesivamente ha puesto presión en el mercado.
Los precios continúan subiendo sin mucho alivio, y a medida que la cadena global de suministro sigue fallando, seguiremos superando los récords previos con facilidad. Agregar regulaciones adicionales a la ecuación, como los requisitos ecológicos, solo agravará las escaseces. Así como la hipérbole se ha vuelto habitual en nuestras discusiones, debemos reconocer que no hemos terminado de romper récords. La historia se volverá a escribir.
Robert Kenney es director general de Metsa Tanks, donde ha trabajado durante seis años, y un participante activo en la Asociación Nacional del Gas Propano, sirviendo en la junta directiva de la sección de manufactura. Vive en Monterrey, México, donde es un defensor vocal del comercio cooperativo entre EE. UU., México y América Central como motor de creación de valor, desarrollo y estabilidad regional.